29 junio 2010

Quién es la persona más feliz del planeta?

Un periódico en Inglaterra, una vez hizo esta pregunta a los lectores: ¿Quién es la persona más feliz de la tierra?

Las cuatro respuestas premiadas fueron:

- Un pequeño que hace castillos de arena.
- Un artista o un artesano que está silbando por un trabajo bien terminado.
- Una madre que baña a su pequeño después de un agitado día.
- Un doctor que terminó una cirugía difícil salvando una vida.

El editor del periódico estaba tan sorprendido de no encontrar prácticamente a nadie que propusiera a los reyes, los emperadores, los millonarios u otros ricos famosos como las personas más felices del planeta.

W. Beran Wolfe una vez dijo: Si uno observa a un hombre realmente feliz lo va a encontrar construyendo un barco, escribiendo una sinfonía, educando a su hijo, cultivando dalias en el jardín, buscando huevos de dinosaurio en el desierto de Golbi. No va a estar buscando la felicidad como si fuera el cierre de un collar que se ha caído debajo del radiador. No va a estar esforzándose por conseguirla como si fuera una meta. Él se va a dar cuenta de que es feliz en el transcurso de vivir la vida muy ocupado las 24 horas del día.

¿Qué puede ser más divertido que amar lo que uno hace y sentir que es importante?

Salmos 128:2 - Cuando comieres el trabajo de tus manos, bienaventurado serás, y te irá bien.

Bueno, existe mucha polémica sobre la felicidad... es esporádica o permanente? es real o ficticia? la sentimos o la inventamos? aparece o tengo que pensar siempre que soy feliz?.... unos se podrían sorprender del porqué la gente no ama su trabajo; otros del porqué la gente no ama la naturaleza, y la destruye. En una encuesta reciente a ciudadanos de la ciudad de Lima, la mayoría respondió que era feliz, pero acaso uno podría responder que es infeliz? ..o quizás para responder que somos infelices, tenemos que estar en la última lona del piso?

En estos tiempos tan duros por los que atraviesa el planeta, la pregunta se vuelve más interesante aún... Aquí les dejo con un artículo que encontré en diario El Mundo de España, sobre el tema y que lo toca desde el lado científico:


ESTUDIO | CEREBRO BUDISTA INCREÍBLE
Declarado el hombre más feliz del planeta

Es más feliz que usted, seguro. Mucho más. Matthieu Ricard obtuvo una nota inalcanzable en un estudio sobre el cerebro realizado por la Universidad de Wisconsin (EEUU). Los especialistas en neurociencia afectiva le nombraron «el hombre más feliz de la Tierra». A sus 61 años, quien hoy es asesor personal del Dalai Lama tiene una vida digna de un guión de cine. Biólogo molecular, hijo de un filósofo ateo, dejó su carrera por abrazar al budismo.


Por David Jiménez, FotografÍas de Neema Frederic


¿Una bonita casa en la playa? Matthieu Ricard prefiere el monasterio apartado de toda civilización donde vive, en las montañas de Nepal. ¿Una cuenta bancaria boyante? Ha entregado todo el dinero de las ventas de sus libros a la caridad. ¿Quizá un matrimonio bien avenido o una excitante vida sexual? Tampoco: a los 30 años decidió acogerse al celibato y dice cumplirlo sin descuidos. En realidad, Matthieu Ricard carece de todas las cosas que los demás perseguimos con el convencimiento de que nos harán un poco más felices. Y sin embargo, este francés de 61 años, biólogo molecular hasta que decidió dejarlo todo y seguir el camino de Buda, es más feliz que usted y yo. Mucho más feliz. El más feliz.

Científicos de la Universidad de Wisconsin llevan años estudiando el cerebro del asesor personal del Dalai Lama dentro de un proyecto en el que la cabeza de Ricard ha sido sometida a constantes resonancias magnéticas nucleares, en sesiones de hasta tres horas de duración. Su cerebro fue conectado a 256 sensores para detectar su nivel de estrés, irritabilidad, enfado, placer, satisfacción y así con decenas de sensaciones diferentes.

Los resultados fueron comparados con los obtenidos en cientos de voluntarios cuya felicidad fue clasificada en niveles que iban del 0.3 (muy infeliz) a -0.3 (muy feliz). Matthieu Ricard logró -0.45, desbordando los límites previstos en el estudio, superando todos los registros anteriores y ganándose un título –«el hombre más feliz de la tierra»– que él mismo no termina de aceptar. ¿Está también la modestia ligada a la felicidad? El monje prefiere limitarse a resaltar que efectivamente la cantidad de «emociones positivas» que produce su cerebro está «muy lejos de los parámetros normales».

El problema de aceptar que Ricard es el hombre más contento y satisfecho del mundo es que nos deja a la mayoría en el lado equivocado de la vida. Si un monje que pasa la mayor parte de su tiempo en la contemplación y que carece de bienes materiales es capaz de alcanzar la dicha absoluta, ¿no nos estaremos equivocando quienes seguimos centrando nuestros esfuerzos en un trabajo mejor, un coche más grande o una pareja más estupenda?

Los trabajos sobre la felicidad del profesor Richard J. Davidson, del Laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Wisconsin, se basan en el descubrimiento de que la mente es un órgano en constante evolución y, por lo tanto, moldeable. «La plasticidad de la mente», en palabras del científico estadounidense, cuyo estudio es el quinto más consultado por la comunidad investigadora internacional.

Los científicos han logrado probar que la corteza cerebral izquierda concentra las sensaciones placenteras, mientras el lado derecho recoge aquellas que motivan depresión, ansiedad o miedo. «La relación entre el córtex izquierdo y el derecho del cerebro puede ser medida y la relación entre ambas sirve para representar el temperamento de una persona», asegura Ricard, que durante sus resonancias magnéticas mostró una actividad inusual en su lado izquierdo.

Los neurocientíficos americanos no creen que sea casualidad que durante los estudios llevados a cabo por Davidson los mayores registros de felicidad fueran detectados siempre en monjes budistas que practican la meditación diariamente. Ricard lo explica en la capacidad de los religiosos de explotar esa «plasticidad cerebral» para alejar los pensamientos negativos y concentrarse sólo en los positivos. La idea detrás de ese concepto es que la felicidad es algo que se puede aprender, desarrollar, entrenar, mantener en forma y, lo que es más improbable, alcanzar definitivamente y sin condiciones.

Éxtasis mental. Lograr el objetivo de la dicha no es fácil. Ricard ha escrito una decena de libros –estos días combina sus retiros espirituales con la promoción de su obra Happiness en el mundo anglosajón– y cientos de artículos tratando de mostrar el camino y, aunque la mayoría de sus obras se han convertido en éxitos editoriales, el propio autor descarta que su lectura garantice el éxito. Al igual que un logro en atletismo o en la vida laboral, el cambio sólo es posible con esfuerzo y tenacidad, pero Ricard asegura que todo habrá merecido la pena una vez se alcanza el estado de éxtasis mental que logran los elegidos. En su Defensa de la felicidad (Urano), la traducción de su último libro publicado en España, el monje explica cómo nuestra vida puede ser transformada incluso a través de variaciones mínimas en la manera en que manejamos nuestros pensamientos y «percibimos el mundo que nos rodea».

Es un viaje hacia el interior de uno mismo que Matthieu Ricard recorrió contra todo pronóstico. Nacido en París en 1946, el «monje feliz», como se le conoce en todo el mundo, creció en un ambiente ilustrado. Su padre, Jean-François Revel, fue un reconocido escritor, filósofo y miembro de la Academia Francesa que reúne a la elite intelectual del país galo. Su madre dedicó gran parte de su vida profesional a la pintura surrealista y tuvo un gran éxito antes de convertirse también ella en monja budista. Ricard vivió en su juventud los excesos propios del París de los años 60 y tras terminar sus estudios de secundaria se decidió por las ciencias. Hizo su doctorado en genética celular en el Instituto Pasteur de París y trabajó con el premio Nobel de medicina François Jacob. Parecía destinado a convertirse en uno de los grandes investigadores del campo de la biología cuando le dio a su padre el disgusto de su vida.

El estudio de textos budistas desencadenó una llamada espiritual que le llevó a dejarlo todo. Decidió que el laboratorio no era lo suyo y partió hacia el Himalaya para hacerse discípulo de Kangyur Rinpoche, un histórico maestro tibetano de la tradición Nyingma, la más ancestral escuela del budismo. Era 1972 y las próximas tres décadas de este francés de carácter suave y cultura exquisita –el único europeo que lee, habla y traduce el tibetano clásico– iban a ser dignas del mejor guión de una película.

Tras estudiar con los grandes maestros del budismo, pasar meses en retiros y recorrer los pueblos del Himalaya, conoció al Dalai Lama y en 1989 se convirtió en uno de sus principales asesores y en su traductor al francés. Su posición como mano derecha del Señor de la Compasión le ha convertido en la figura budista occidental más influyente del mundo y llevaron al gobierno francés a concederle la Orden Nacional Francesa.

La vida elegida por Ricard le enfrentó a los ideales en los que se había formado y al ateísmo de su padre. Ambos decidieron discutir sus diferencias en El monje y el fisólofo, un diálogo que sólo en Francia vendió 500.000 copias y en el que la búsqueda de la felicidad está presente en cada capítulo. «Tenía muchas esperanzas en su futuro profesional y me parecía una lástima que abandonara [su carrera científica]. Después me di cuenta de que había transferido su espíritu científico al estudio del budismo», decía el padre antes de morir, una vez hubo aceptado la elección de Matthieu.

La idea de Ricard de ofrecerse para los estudios de la mente que llevaba a cabo la Universidad de Wisconsin estuvo influenciada por el propio Dalai Lama, que durante años ha colaborado con científicos occidentales, facilitando el análisis cerebral de los monjes y su capacidad de aislar la mente durante las sesiones de meditación. Uno de los aspectos que más ha fascinado a los investigadores es la capacidad de los monjes de suprimir sentimientos que hasta ahora creíamos inevitables en la condición humana: el enfado, el odio o la avaricia. El estudio de sus cerebros demuestra una capacidad extraordinaria para controlar sus impulsos basados en el principio de que Buda no prometió a sus seguidores la salvación en el cielo, sólo el final de sus sufrimientos en la tierra si lograban controlar sus deseos. Para muchos ese ha sido uno de los puntos flacos del budismo: la limitación de las ambiciones personales y la pasividad.

Ricard suele acudir a una anécdota del Dalai Lama para negar que el control de los impulsos negativos sea igual a pasividad o falta de respuesta, por ejemplo ante un crimen o un genocidio. «Alguien le preguntó en una ocasión al Dalai Lama qué haría si alguien entra en una habitación para matar a todos los presentes. Su respuesta irónica fue: «Empezaría por dispararle a las piernas. Y si eso no funciona, apuntaría a la cabeza».

Ricard cree que el problema es que nuestros sentimientos negativos hacia otras personas no están a menudo justificados, sino que los hemos creado nosotros en nuestra mente de forma artificial como respuesta a nuestras propias frustraciones. Y ése es uno de los impulsos que el monje francés piensa que hay que aprender a controlar si se quiere ser feliz. Para el escritor, la felicidad es «un tesoro escondido en lo más profundo de cada persona». Atraparla es cuestión de práctica y fuerza de voluntad, no de bienes materiales, poder o belleza. Los que llegan al final del viaje y logran la serenidad que lleva a la dicha, asegura Ricard, sienten lo mismo que «un pájaro cuando es liberado de su jaula».

Satisfacción filipina. Tampoco es necesario leer a este hijo adoptivo de Buda o retirarse a un templo en el Himalaya para comprobar que el «dinero no da la felicidad». Los habitantes de las barriadas pobres de Manila se muestran, a pesar de sus dificultades, aparentemente más contentos que los tiburones financieros de la vecina y multimillonaria Hong Kong. Cada vez que se hace una encuesta sobre felicidad global, los filipinos aparecen entre los pueblos más satisfechos. Ni la pobreza ni el hecho de que su país haya sido declarado el «lugar del mundo más afectado por los desastres naturales» por el Centro para la Investigación y Epidemiología de Desastres parecen afectar su visión positiva de la vida. Su intensa vida social y familiar compensa penurias privaciones. Los honkoneses, con una renta per cápita 20 veces mayor, aparecen sistemáticamente en los últimos lugares en los mismos sondeos de felicidad. La presión consumista, el estrés y el deterioro de las relaciones sociales figuran entre las causas de insatisfacción más citadas por los ciudadanos. Todo el desarrollo y el dinero del mundo no han logrado levantar el ánimo de la Nueva York de Asia.

Matthieu Ricard ve en resultados como éste la prueba de que cualquiera, no importa las desgracias que haya vivido, puede alcanzar la felicidad si cambia el chip mental que a menudo nos hace detenernos en los aspectos negativos de la existencia. Incluso la pérdida de los seres queridos puede sobrellevarse con relativa facilidad si se afronta la muerte desde una perspectiva nueva, menos centrada en su dramatismo. «Mi padre murió el año pasado a los 82 años. Como dependía tanto de su brillantez intelectual, cuando se vio limitado se desanimó», asegura el monje, para quien la muerte de quienes nos rodean debe ser aceptada como un paso más en el ciclo natural de la vida y no necesariamente como un episodio triste. «El mejor homenaje que podemos ofrecer a los que ya no están con nosotros es vivir la vida de forma constructiva, ser conscientes de que nacemos solos y morimos solos. ¿Por qué no sentir que cada ser humano es nuestro familiar, que cada casa es nuestro hogar?».

Los investigadores que han estado analizando las emociones de Ricard creen que los resultados podrían servir para paliar enfermedades como la depresión y llevar a la gente a entrenar una mente saludable de la misma forma que hoy se acude al gimnasio a mejorar la forma física. Más aún, si como sugiere Ricard, una de las claves de la satisfacción personal es el control y la supresión de instintos negativos como el odio, y si existe una forma de limitarlos, estaríamos ante la posibilidad de mejorar la condición humana y enmendar sus peores defectos.

Por supuesto son muchos los que apuntan a la inocencia y la sobredosis de utopía que supone pensar en una aldea global en la que todo el mundo perdona a los demás y nadie se enfada con nadie, un mundo basado en las buenas maneras y sentimientos, sin guerras ni luchas de poder. El monje francés responde a quienes dudan con la pregunta que mejor define su visión de la vida: «¿Acaso quieres vivir una vida en la que tu felicidad dependa de otras personas?».

Matthieu Ricard no quiere. Por eso en lugar de una casa en la playa ha elegido una vida contemplativa en el monasterio nepalí de Shechen; por eso ha regalado los millones de euros procedentes de sus libros (se han vendido millones de copias en todo el mundo y han sido traducidos a una decena de lenguas); y quizá por eso ha evitado los conflictos propios de la vida matrimonial. El «hombre más feliz del mundo» no sugiere que todo el mundo haga lo mismo para encontrar la dicha. Sólo que aprendamos que la deseada casa de la playa, los millones en el banco o esa pareja tan atractiva tampoco nos conducirán a ella. Aprender a contentarnos con lo que tenemos quizá sí.

  • Vejez: Cuando la agudeza mental y la acción disminuyen, es tiempo de experimentar y manifestar cariño, afecto, amor y comprensión.
  • Muerte: Forma parte de la vida, rebelarse es ir contra la propia naturaleza de la existencia. Sólo hay un camino: aceptarla.
  • Soledad :existe una manera de no sentirse abandonado: percibir a todos los hombres como parte de nuestra familia.
  • Alegría: Está dentro de cada uno de nosotros. Sólo hay que mirar en nuestro interior, encontrarla y transmitirla.
  • Identidad: No es la imagen que tenemos de nosotros mismos, ni la que proyectamos. Es nuestra naturaleza más profunda, ésa que nos hace ser buenos y cariñosos con quienes nos rodean.
  • Conflictos de pareja minimizarlos. Es muy difícil pelearse con alguien que no busca la confrontación.
  • Familia: Requiere el esfuerzo constante de cada uno de sus miembros, ser generoso y reducir nuestro nivel de exigencia.
  • Deterioro físico: Hay que aprender a valorarlo positivamente. Verlo como el principio de una nueva vida y no el principio del fin.
  • Relaciones sociales: Es más fácil estar de buen humor que discutir y enfadarse. Lo ideal es seguir siendo como somos y utilizar siempre que podamos la franqueza y la amabilidad.
  • Felicidad: Si la buscamos en el sitio equivocado, estaremos convencidos de que no existe cuando no la encontremos allí.

Su última obra traducida al español: «Defensa de la felicidad» (Urano).

¿Una bonita casa en la playa? Matthieu Ricard prefiere el monasterio apartado de toda civilización donde vive, en las montañas de Nepal. ¿Una cuenta bancaria boyante? Ha entregado todo el dinero de las ventas de sus libros a la caridad. ¿Quizá un matrimonio bien avenido o una excitante vida sexual? Tampoco: a los 30 años decidió acogerse al celibato y dice cumplirlo sin descuidos. En realidad, Matthieu Ricard carece de todas las cosas que los demás perseguimos con el convencimiento de que nos harán un poco más felices. Y sin embargo, este francés de 61 años, biólogo molecular hasta que decidió dejarlo todo y seguir el camino de Buda, es más feliz que usted y yo. Mucho más feliz. El más feliz.

Científicos de la Universidad de Wisconsin llevan años estudiando el cerebro del asesor personal del Dalai Lama dentro de un proyecto en el que la cabeza de Ricard ha sido sometida a constantes resonancias magnéticas nucleares, en sesiones de hasta tres horas de duración. Su cerebro fue conectado a 256 sensores para detectar su nivel de estrés, irritabilidad, enfado, placer, satisfacción y así con decenas de sensaciones diferentes.

Los resultados fueron comparados con los obtenidos en cientos de voluntarios cuya felicidad fue clasificada en niveles que iban del 0.3 (muy infeliz) a -0.3 (muy feliz). Matthieu Ricard logró -0.45, desbordando los límites previstos en el estudio, superando todos los registros anteriores y ganándose un título –«el hombre más feliz de la tierra»– que él mismo no termina de aceptar. ¿Está también la modestia ligada a la felicidad? El monje prefiere limitarse a resaltar que efectivamente la cantidad de «emociones positivas» que produce su cerebro está «muy lejos de los parámetros normales».

El problema de aceptar que Ricard es el hombre más contento y satisfecho del mundo es que nos deja a la mayoría en el lado equivocado de la vida. Si un monje que pasa la mayor parte de su tiempo en la contemplación y que carece de bienes materiales es capaz de alcanzar la dicha absoluta, ¿no nos estaremos equivocando quienes seguimos centrando nuestros esfuerzos en un trabajo mejor, un coche más grande o una pareja más estupenda?

Los trabajos sobre la felicidad del profesor Richard J. Davidson, del Laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Wisconsin, se basan en el descubrimiento de que la mente es un órgano en constante evolución y, por lo tanto, moldeable. «La plasticidad de la mente», en palabras del científico estadounidense, cuyo estudio es el quinto más consultado por la comunidad investigadora internacional.

Los científicos han logrado probar que la corteza cerebral izquierda concentra las sensaciones placenteras, mientras el lado derecho recoge aquellas que motivan depresión, ansiedad o miedo. «La relación entre el córtex izquierdo y el derecho del cerebro puede ser medida y la relación entre ambas sirve para representar el temperamento de una persona», asegura Ricard, que durante sus resonancias magnéticas mostró una actividad inusual en su lado izquierdo.

Los neurocientíficos americanos no creen que sea casualidad que durante los estudios llevados a cabo por Davidson los mayores registros de felicidad fueran detectados siempre en monjes budistas que practican la meditación diariamente. Ricard lo explica en la capacidad de los religiosos de explotar esa «plasticidad cerebral» para alejar los pensamientos negativos y concentrarse sólo en los positivos. La idea detrás de ese concepto es que la felicidad es algo que se puede aprender, desarrollar, entrenar, mantener en forma y, lo que es más improbable, alcanzar definitivamente y sin condiciones.

Éxtasis mental. Lograr el objetivo de la dicha no es fácil. Ricard ha escrito una decena de libros –estos días combina sus retiros espirituales con la promoción de su obra Happiness en el mundo anglosajón– y cientos de artículos tratando de mostrar el camino y, aunque la mayoría de sus obras se han convertido en éxitos editoriales, el propio autor descarta que su lectura garantice el éxito. Al igual que un logro en atletismo o en la vida laboral, el cambio sólo es posible con esfuerzo y tenacidad, pero Ricard asegura que todo habrá merecido la pena una vez se alcanza el estado de éxtasis mental que logran los elegidos. En su Defensa de la felicidad (Urano), la traducción de su último libro publicado en España, el monje explica cómo nuestra vida puede ser transformada incluso a través de variaciones mínimas en la manera en que manejamos nuestros pensamientos y «percibimos el mundo que nos rodea».

Es un viaje hacia el interior de uno mismo que Matthieu Ricard recorrió contra todo pronóstico. Nacido en París en 1946, el «monje feliz», como se le conoce en todo el mundo, creció en un ambiente ilustrado. Su padre, Jean-François Revel, fue un reconocido escritor, filósofo y miembro de la Academia Francesa que reúne a la elite intelectual del país galo. Su madre dedicó gran parte de su vida profesional a la pintura surrealista y tuvo un gran éxito antes de convertirse también ella en monja budista. Ricard vivió en su juventud los excesos propios del París de los años 60 y tras terminar sus estudios de secundaria se decidió por las ciencias. Hizo su doctorado en genética celular en el Instituto Pasteur de París y trabajó con el premio Nobel de medicina François Jacob. Parecía destinado a convertirse en uno de los grandes investigadores del campo de la biología cuando le dio a su padre el disgusto de su vida.

El estudio de textos budistas desencadenó una llamada espiritual que le llevó a dejarlo todo. Decidió que el laboratorio no era lo suyo y partió hacia el Himalaya para hacerse discípulo de Kangyur Rinpoche, un histórico maestro tibetano de la tradición Nyingma, la más ancestral escuela del budismo. Era 1972 y las próximas tres décadas de este francés de carácter suave y cultura exquisita –el único europeo que lee, habla y traduce el tibetano clásico– iban a ser dignas del mejor guión de una película.

Tras estudiar con los grandes maestros del budismo, pasar meses en retiros y recorrer los pueblos del Himalaya, conoció al Dalai Lama y en 1989 se convirtió en uno de sus principales asesores y en su traductor al francés. Su posición como mano derecha del Señor de la Compasión le ha convertido en la figura budista occidental más influyente del mundo y llevaron al gobierno francés a concederle la Orden Nacional Francesa.

La vida elegida por Ricard le enfrentó a los ideales en los que se había formado y al ateísmo de su padre. Ambos decidieron discutir sus diferencias en El monje y el fisólofo, un diálogo que sólo en Francia vendió 500.000 copias y en el que la búsqueda de la felicidad está presente en cada capítulo. «Tenía muchas esperanzas en su futuro profesional y me parecía una lástima que abandonara [su carrera científica]. Después me di cuenta de que había transferido su espíritu científico al estudio del budismo», decía el padre antes de morir, una vez hubo aceptado la elección de Matthieu.

La idea de Ricard de ofrecerse para los estudios de la mente que llevaba a cabo la Universidad de Wisconsin estuvo influenciada por el propio Dalai Lama, que durante años ha colaborado con científicos occidentales, facilitando el análisis cerebral de los monjes y su capacidad de aislar la mente durante las sesiones de meditación. Uno de los aspectos que más ha fascinado a los investigadores es la capacidad de los monjes de suprimir sentimientos que hasta ahora creíamos inevitables en la condición humana: el enfado, el odio o la avaricia. El estudio de sus cerebros demuestra una capacidad extraordinaria para controlar sus impulsos basados en el principio de que Buda no prometió a sus seguidores la salvación en el cielo, sólo el final de sus sufrimientos en la tierra si lograban controlar sus deseos. Para muchos ese ha sido uno de los puntos flacos del budismo: la limitación de las ambiciones personales y la pasividad.

Ricard suele acudir a una anécdota del Dalai Lama para negar que el control de los impulsos negativos sea igual a pasividad o falta de respuesta, por ejemplo ante un crimen o un genocidio. «Alguien le preguntó en una ocasión al Dalai Lama qué haría si alguien entra en una habitación para matar a todos los presentes. Su respuesta irónica fue: «Empezaría por dispararle a las piernas. Y si eso no funciona, apuntaría a la cabeza».

Ricard cree que el problema es que nuestros sentimientos negativos hacia otras personas no están a menudo justificados, sino que los hemos creado nosotros en nuestra mente de forma artificial como respuesta a nuestras propias frustraciones. Y ése es uno de los impulsos que el monje francés piensa que hay que aprender a controlar si se quiere ser feliz. Para el escritor, la felicidad es «un tesoro escondido en lo más profundo de cada persona». Atraparla es cuestión de práctica y fuerza de voluntad, no de bienes materiales, poder o belleza. Los que llegan al final del viaje y logran la serenidad que lleva a la dicha, asegura Ricard, sienten lo mismo que «un pájaro cuando es liberado de su jaula».

Satisfacción filipina. Tampoco es necesario leer a este hijo adoptivo de Buda o retirarse a un templo en el Himalaya para comprobar que el «dinero no da la felicidad». Los habitantes de las barriadas pobres de Manila se muestran, a pesar de sus dificultades, aparentemente más contentos que los tiburones financieros de la vecina y multimillonaria Hong Kong. Cada vez que se hace una encuesta sobre felicidad global, los filipinos aparecen entre los pueblos más satisfechos. Ni la pobreza ni el hecho de que su país haya sido declarado el «lugar del mundo más afectado por los desastres naturales» por el Centro para la Investigación y Epidemiología de Desastres parecen afectar su visión positiva de la vida. Su intensa vida social y familiar compensa penurias privaciones. Los honkoneses, con una renta per cápita 20 veces mayor, aparecen sistemáticamente en los últimos lugares en los mismos sondeos de felicidad. La presión consumista, el estrés y el deterioro de las relaciones sociales figuran entre las causas de insatisfacción más citadas por los ciudadanos. Todo el desarrollo y el dinero del mundo no han logrado levantar el ánimo de la Nueva York de Asia.

Matthieu Ricard ve en resultados como éste la prueba de que cualquiera, no importa las desgracias que haya vivido, puede alcanzar la felicidad si cambia el chip mental que a menudo nos hace detenernos en los aspectos negativos de la existencia. Incluso la pérdida de los seres queridos puede sobrellevarse con relativa facilidad si se afronta la muerte desde una perspectiva nueva, menos centrada en su dramatismo. «Mi padre murió el año pasado a los 82 años. Como dependía tanto de su brillantez intelectual, cuando se vio limitado se desanimó», asegura el monje, para quien la muerte de quienes nos rodean debe ser aceptada como un paso más en el ciclo natural de la vida y no necesariamente como un episodio triste. «El mejor homenaje que podemos ofrecer a los que ya no están con nosotros es vivir la vida de forma constructiva, ser conscientes de que nacemos solos y morimos solos. ¿Por qué no sentir que cada ser humano es nuestro familiar, que cada casa es nuestro hogar?».

Los investigadores que han estado analizando las emociones de Ricard creen que los resultados podrían servir para paliar enfermedades como la depresión y llevar a la gente a entrenar una mente saludable de la misma forma que hoy se acude al gimnasio a mejorar la forma física. Más aún, si como sugiere Ricard, una de las claves de la satisfacción personal es el control y la supresión de instintos negativos como el odio, y si existe una forma de limitarlos, estaríamos ante la posibilidad de mejorar la condición humana y enmendar sus peores defectos.

Por supuesto son muchos los que apuntan a la inocencia y la sobredosis de utopía que supone pensar en una aldea global en la que todo el mundo perdona a los demás y nadie se enfada con nadie, un mundo basado en las buenas maneras y sentimientos, sin guerras ni luchas de poder. El monje francés responde a quienes dudan con la pregunta que mejor define su visión de la vida: «¿Acaso quieres vivir una vida en la que tu felicidad dependa de otras personas?».

Matthieu Ricard no quiere. Por eso en lugar de una casa en la playa ha elegido una vida contemplativa en el monasterio nepalí de Shechen; por eso ha regalado los millones de euros procedentes de sus libros (se han vendido millones de copias en todo el mundo y han sido traducidos a una decena de lenguas); y quizá por eso ha evitado los conflictos propios de la vida matrimonial. El «hombre más feliz del mundo» no sugiere que todo el mundo haga lo mismo para encontrar la dicha. Sólo que aprendamos que la deseada casa de la playa, los millones en el banco o esa pareja tan atractiva tampoco nos conducirán a ella. Aprender a contentarnos con lo que tenemos quizá sí.

  • Vejez: Cuando la agudeza mental y la acción disminuyen, es tiempo de experimentar y manifestar cariño, afecto, amor y comprensión.
  • Muerte: Forma parte de la vida, rebelarse es ir contra la propia naturaleza de la existencia. Sólo hay un camino: aceptarla.
  • Soledad :existe una manera de no sentirse abandonado: percibir a todos los hombres como parte de nuestra familia.
  • Alegría: Está dentro de cada uno de nosotros. Sólo hay que mirar en nuestro interior, encontrarla y transmitirla.
  • Identidad: No es la imagen que tenemos de nosotros mismos, ni la que proyectamos. Es nuestra naturaleza más profunda, ésa que nos hace ser buenos y cariñosos con quienes nos rodean.
  • Conflictos de pareja minimizarlos. Es muy difícil pelearse con alguien que no busca la confrontación.
  • Familia: Requiere el esfuerzo constante de cada uno de sus miembros, ser generoso y reducir nuestro nivel de exigencia.
  • Deterioro físico: Hay que aprender a valorarlo positivamente. Verlo como el principio de una nueva vida y no el principio del fin.
  • Relaciones sociales: Es más fácil estar de buen humor que discutir y enfadarse. Lo ideal es seguir siendo como somos y utilizar siempre que podamos la franqueza y la amabilidad.
  • Felicidad: Si la buscamos en el sitio equivocado, estaremos convencidos de que no existe cuando no la encontremos allí.

Su última obra traducida al español: «Defensa de la felicidad» (Urano).

26 junio 2010

La voz que tapa el velo

Mientras que en Europa tratan de legislar sobre los velos que cubren a la mujer musulmana para prohibirlos; acá en Perú, Ricardo Belmont, quiere ponerle tapa a todo lo desnudo. Eso me hace recordar que en Lima, durante el Virreinato, eran famosas las tapadas femeninas.
Los velos musulmanes, como casi toda su vida, tiene su origen en la religión. Bueno, también es bueno recordar que muchas monjas católicas llevan toda suerte de velo que casi les cubre todo el cuerpo.

Reproduzco el reportaje que lo leía en La Vanguardia, por lo interesante del tema y porque pocas veces se acude a tratar de saber lo que piensan las personas detrás del velo

La voz que tapa el velo

Isabel Ramos Rioja | 25/06/2010 | Actualizada a las 17:41h | Ciudadanos

El niqab es “un tipo de velo integral que cubre a la mujer musulmana de la cabeza a las rodillas o los pies (hay diferentes largos), incluido el rostro excepto la zona de los ojos”. El Corán sólo menciona tres directrices dedicadas a la indumentaria femenina; “que vistan correctamente, que se cubran el pecho y que alarguen su ropa”.

La polémica sobre su uso ha llegado a Europa. Países con un alto grado de inmigración como Francia, Bélgica y España promueven la prohibición de estas prendas y algunos ayuntamientos catalanes ya han legislado sobre su uso en espacios municipales. Las razones fundamentales para vetar estas prendas son dos: la discriminación de la mujer y la seguridad ciudadana.

El Magazine ha hablado con cuatro mujeres procedentes de Marruecos que viven en España y que libremente han decidido vestir niqab. No se creen mejores que los demás y son conscientes de las limitaciones que conlleva su uso, pero declaran haber encontrado su felicidad así. Ellas, el lado más humano del problema, piden respeto, tolerancia y libertad ante su decisión; no quieren que se imponga el velo de la prohibición en España.

Lea su testimonio >>

27/06/2010
La voz que tapa el velo

Texto de Isabel Ramos Rioja
Fotos de Roser Vilallonga

Aunque uno de los capítulos más largos del Corán esté dedicado a las mujeres, en lo concerniente a su indumentaria sólo hay tres directrices en el libro sagrado de los musulmanes: que vistan correctamente, que se cubran el pecho y que alarguen su ropa. Sin especificar qué es vestir con modestia o cuán largas deben ser las prendas que lleven. Esto ha dado lugar a múltiples interpretaciones por los ulemas (los sabios), expertos en islam no musulmanes y los creyentes. El debate está en Europa. En España, varios ayuntamientos ya han prohibido el uso del velo integral (que sólo deja a la vista los ojos, o incluso los cubre con una gasa) en dependencias municipales. En La Meca, el lugar más sagrado para los musulmanes, las mujeres que acuden en peregrinación deben ir con la cara y las manos al descubierto. Quienes viven, y sufren a veces, estas discusiones son muchachas y mujeres. Y ¿qué dicen ellas? El Magazine ha hablado con cuatro procedentes de Marruecos –donde el uso del niqab y guantes negros aumenta día a día– y que viven en España. Así se manifiestan las mujeres que hay detrás del velo.


MARIAM Tiene 22 años y nació en Tetuán. Se casó hace cinco meses
–tras casi siete de compromiso– y está embarazada de casi tres. No trabaja.
Usa niqab d
esde los 19 años.
“Con niqab es más fácil hallar marido”

Originaria de Tetuán, de las montañas del Rif, en lo que fue la zona del protectorado español. Aunque las tropas que invadieron la Península en el 711 iban comandadas por un bereber, Tariq Ben Ziad, los bereberes son de islamización tardía. Mariam, de 22 años, a los 19, casi 20, se puso el niqab. Desde los 15 años llevaba un jimar muy largo. Se casó hace cinco meses –llevaba siete meses comprometida cuando se casó– y está embarazada de casi tres.

A los diez años quería ponerse el velo. “A mi hermana Jadiya, mi madre le bajaba el pañuelo cuando se lo ponía”, cuenta. Actualmente, las cosas han cambiado, pero en generaciones anteriores, a los diez años los niños no decidían cómo vestirse. Podían decir qué les gustaba más, pero quien acababa decidiendo era la madre.

“Yo me ponía el velo a los diez años y mi madre me lo quitaba. Cuando salía con mi hermana Jadiya aprovechaba para ponérmelo.” ¿Un acto de rebeldía hacia sus padres? “Aunque nuestros padres no quisieran, la religión nos empujaba hacia el velo”, asegura.

“No por vestir con niqab somos mejores. Mientras crea, ninguna musulmana es peor que nosotras. No se puede juzgar a nadie. Lo importante es lo que cada una tiene en el corazón.”
Con estudios elementales, Mariam no ha trabajado fuera del ámbito doméstico.

“Estoy más tranquila en casa, con mi marido. No necesito trabajar. No me gusta trabajar; me gusta la casa.” En el islam, la teoría, cada vez más en desuso, es que el esposo tiene la obligación de proveer la casa y mantener a la esposa. Todo lo que aporte la mujer al matrimonio, así como la dote y lo que pueda ganar con su actividad profesional, es exclusivamente para ella. Una de las razones que una mujer puede aducir para divorciarse es que su marido no puede mantenerla.

“La dote es sunna”, dice Mariam, una tradición procedente de la práctica establecida por Mahoma. “Es un regalo del marido. No es para comprar a la mujer; es para que ella se compre cosas para la boda.” Sin embargo, hay estudiosos que la consideran un seguro para la mujer en caso de divorcio. Cuando se casa, aporta una parte del ajuar, pero la casa es del marido, con lo cual se ve en la calle muy a menudo.

Mariam, a pesar del niqab, no se queda encerrada en casa. “Salgo a comprar ropa, voy al Carrefour, voy a la montaña con mi marido, a la playa.” ¿A la playa? “A sitios aislados, por la noche. Me baño con una especie de camisón largo y un pañuelo, por si acaso aparece alguien.”
Toda la conversación con las cuatro mujeres es interrumpida reiteradamente por las llamadas que Mariam recibe en el móvil. Es su marido. Al final, apremia a terminar la entrevista porque tiene que ir a rezar la oración de la puesta de sol. Se acaba el margen que hay para cumplir con la obligación del rezo, que no tiene por qué hacerse a una hora exacta.

Ir tan tapadas, tan discretas, ¿no les hará más difícil conseguir un buen marido? “Noooo. Se consigue mejor marido yendo tapada. Cuando hacía el duaa [oración que se hace con una finalidad concreta], siempre pedía un buen marido”, dice Mariam. Yusef, su esposo, es un apuesto joven de 25 años que es quien ha conducido a las cuatro mujeres hasta el local de la que será la nueva mezquita de Reus, en un Mercedes gris marengo. Cuando empieza a dar el número de móvil a las periodistas, duda un momento, y enseguida se pasa al número de su marido.°

HURRIYA Tiene 17 años. Es de Nador. Estudió primaria, la ESO y grado medio de administrativo,
aunque no se plantea buscar trabajo porque dice que no lo encontraría por el niqab.
Viste niqab desde hace unos meses.



“Hablo con mis amigas por Messenger”

Tiene 17 años. Es de Nador, en el norte de Marruecos –que también se encontraba en el protectorado español–, y es bereber, como Mariam y la hermana de esta, Jadiya. Hurriya casi no sabe leer ni escribir árabe. Estudió primaria, la ESO y grado medio de administrativo. Hizo las prácticas de administrativa. Antes llevaba jimar y hace unos meses se puso el niqab.
El velo que le cubre el rostro es morado, color de nazareno –por cierto que una manera de llamar a los cristianos en árabe, nasara, tiene la misma etimología–, a juego con el amplio sayo hasta los tobillos que lleva por debajo del velo negro de la cabeza. Ocultar sus formas y su rostro tras el niqab no la hace invisible a las miradas de los demás, incluidos los hombres.

La suegra de una hermana lleva niqab, así como la mayoría de la familia política de esa hermana. Unas aquí, otras en Marruecos, conoce a siete mujeres que se cubren de la cabeza a los pies. “En el islam la mujer no está obligada a ponérselo (el niqab), pero preferí hacerlo para no tener dudas de si lo que hacía estaba bien o no”, dice.

Tan joven, ¿ha cambiado su vida desde que viste niqab? “Antes no llevaba nada para cubrirme, ni hiyab. Ahora me miran, ponen cara como si estuviera podrida. No piensan que yo también las veo raras, con minifalda y top. No creo que una persona tenga derecho a criticar a otra por ir
vestida de una determinada manera.”

El velo integral, por muy buena voluntad que haya por ambas partes, marca una línea, una barrera en la comunicación, aunque no fue el caso durante la entrevista. “Tenemos amigas marroquíes y españolas –cuenta Hurriya–. Hablo con mis amigas por el Messenger. Antes de ponerme el niqab ya no iba al cine. Hay gente que sabe que no has cambiado por llevar un velo, y otros creen que eres diferente. Antes quedaba a tomar un helado; ahora prefiero quedar con mis amigas en casa porque aquí no hay zonas reservadas para mujeres.” En algunos países islámicos, los locales públicos, como cafeterías o restaurantes, reservan una parte para las mujeres o hay una zona mixta para las familias.

Después de la revolución islámica de Irán, la capital, Teherán, contaba con un parque exclusivamente para mujeres. “Queda ridículo levantarse el niqab para tomar un café con leche, mejor quedamos en casa”, coincide Jadiya, otra de las entrevistadas. En internet circula un vídeo, no se sabe si espontáneo o preparado, sobre la forma de comer espaguetis en un país del Golfo.
Quizá porque es la más joven, Hurriya es la que ha llegado más lejos en sus estudios. Ese esfuerzo podría considerarse vano, pues ni se plantea buscar trabajo. Está segura de que nadie la aceptaría como administrativa con el niqab. “Ni siquiera con hiyab”, añade.

“Me han pedido en matrimonio una vez o dos. Los he rechazado porque soy joven y porque no me gustaban”, añade.

“Está bien que den derechos a la mujer, pero si no me aceptan vestida con el niqab, me están quitando derechos. Tenemos nuestros derechos; la felicidad está aquí”, dice con énfasis señalando el corazón. “En el corazón no hacemos daño a nadie, nos identificamos cuando nos lo piden por cuestiones de seguridad, nos levantamos el velo para que nos vean la cara si es por seguridad.”

ZAKIYA Tiene 20 años. Dejó los estudios en 4.º de ESO, porque no les vio utilidad alguna.
Es hermana de Hurriya y lleva niqab desde hace unos meses.

"¿La libertad es poner a una mujer en el escaparate para vender su cuerpo?”

Zakiya es una de las hermanas de Hurriya. Tiene 20 años. Dejó los estudios en 4.º de ESO. Quería estudiar, pero, como “ya tenía unos conocimientos suficientes y vi cómo estaba el mundo, preferí dejarlo. Si en casa tienes internet, buscas lo que quieras y ya está”, explica. A los 14 años se puso el pañuelo más típico de las marroquíes: ajustado desde el nacimiento del pelo en el óvalo de la cara y que marca el pelo recogido en un rodete en la nuca. Hace unos meses se puso el niqab.
Hurriya (cuyo nombre significa libertad) insiste en que la manera tradicional de llevar el pañuelo no tiene nada de islámica y reniega así de su pasado inmediato, que la hacía entroncar con la tradición más arraigada en su país junto con el uso de la chilaba, esta prenda recta que cubre todo el cuerpo y, gracias a su capucha, permite cubrir también la cabeza y tener al mismo tiempo las manos libres –el haik argelino o el sifsari tunecino obligan a sujetarlo con una mano o, a veces, con la boca–.

“En Europa hace más de cuarenta años que hay musulmanes, hasta ahora han surgido miles de problemas, y sólo se fijan en el niqab.” La fotógrafa explica a Zakiya que las mujeres europeas han luchado durante años y siguen luchando por los derechos de la mujer, y ver que jóvenes como ellas se visten de esta guisa se antoja dar un paso atrás.

“¿Aquí hay libertad? Si quieren vender un perfume, usan a una mujer; si quieren vender un coche, usan a una mujer. ¿La libertad es poner a una mujer en un escaparate para vender su cuerpo? Hay violaciones constantemente. Y las latinas, ¿cómo van? Van así para provocar a los hombres. Si fueran inteligentes, no lo harían”, replica la joven.

Zakiya, de unos impresionantes ojos negros que destacan aún más entre velo y velo, sólo usa prendas de colores oscuros. Para ella, el negro sigue siendo el color del luto y nada más, no el color de la elegancia o de vestidos de noche. También lleva prendas de color marrón, verde oliva, azul marino o gris.

Estas mujeres no por ocultarse bajo un niqab creen ser mejores que las demás. “A nosotras también nos puedes encontrar hablando mal de otras personas, nos peleamos con la familia o con las amigas, somos humanas.” Cubrirse más no les hace sentirse perfectas.

Hurriya enumera las ventajas de ir totalmente tapada: te protege del sol, de la transmisión de enfermedades (quizá pensando en la gripe que al final pasó de refilón)... y de las miradas de los hombres que no sean su marido, su padre, su hermano y el resto de los hombres que, en el islam, se consideran prohibidos para el matrimonio; aquellos con los que no podría casarse. Precisamente porque los prohibidos para el matrimonio se supone que no las ven con deseo, pueden descubrirse ante ellos. Como cuando están con otras mujeres.

Si bien Zakiya fue precoz a la hora de dejar los estudios, lo del matrimonio se lo piensa. Además, explica, “nosotras podemos comprometernos con un chico, pero, si luego vemos que no nos gusta, rompemos el compromiso y no pasa nada”.

En el mundo islámico los solteros son rara avis (el presidente argelino, Abdelaziz Buteflika, lo es, por ejemplo), aunque vayan aumentando en número en los últimos años y sobre todo entre las mujeres con profesión.

JADINA Tiene 25 años. Nacida en Tetuán, lleva 15 años en España.
No acabó la enseñanza obligatoria. Casada con un imán, tiene un hijo de un año.
Lleva niqab desde hace tres años.
“He encontrado la felicidad así”

Jadiya se llama como la primera esposa del profeta Mahoma, que era 15 años mayor que él; mientras ella vivió, Mahoma fue monógamo. La Jadiya de la entrevista, que lleva 15 años en España, procede de una familia de las montañas del Rif.

Estar escolarizada en un centro conflictivo –“los chicos me pegaban, me robaban, y yo no estaba acostumbrada a eso”– la llevó a dejar el colegio cuando aún no había cumplido los 13 años, con gran disgusto de sus padres, que querían que siguiera estudiando. La respuesta ofrecida por la Conselleria d’Educació catalana no le solucionó el problema.

A ratos perdidos trabajaba en la masía en la que vivía con sus padres, su hermana Mariam y sus dos hermanos. De vez en cuando ayudaba a su padre, que es jardinero, a cultivar flores. Pero, sobre todo, se dedicó a leer libros sobre el islam. En árabe. Los cinco pilares del islam o El profeta Mahoma, en castellano, también le interesaron.

Se casó hace dos años con un hombre al que ni ella ni su padre conocían. Su ahora esposo, Abdulmayid, es el imán de la mezquita de Reus (Tarragona). Había oído hablar de ella y fue a su casa para, con permiso de su padre, conocerla.

“Desde los 12 años muchos habían pedido mi mano y yo los rechazaba. Mi padre me decía que algún día tendría que casarme”, cuenta. ¿Por qué los rechazaba? “Porque no practicaban todo lo preceptivo en el islam. Quería que mi futuro marido me diera todos mis derechos, todos los que me da el islam.” Abdulmayid es profesor de Educación Islámica, además de imán de la mezquita.
Dejar el colegio y ponerse el hiyab fue todo uno. “Mis padres no querían que me lo pusiera porque aún no había llegado a la pubertad.” A esa edad, desobedecer a los padres es pecado. “Pero como era para una cosa buena...”, se defiende Jadiya.

El niqab también se lo puso en contra de la opinión de sus padres, ya mayor de edad, hace tres años. “Me lo puse porque, como creyente, hay una revelación que dice en el Corán que las mujeres tienen que ir tapadas.” Los ulemas, sin embargo, unos dicen que hay taparse todo menos la cara y las manos, y otros dicen que también las manos y la cara. Como hace ella.

Conoce a siete mujeres que llevan el velo que sólo deja los ojos al descubierto. Jadiya lleva el niqab más llamativo de las jóvenes del grupo, con un hilillo que une, a la altura de la nariz, la parte superior del velo y el lizam, la tela que le cubre desde la parte inferior de los ojos hasta el pecho. ¿Por qué ese modelo y no otro? “Es el que encontré. Lo compré en Torredembarra; me lo regaló mi marido.”

“Me dicen de todo por la calle. Saliendo de Correos me dijeron: ‘Puta, zorra, vete a tu país’.” No les contesté. También me llaman ‘fantasma’, ‘Semana Santa’, ‘Carnaval’. Hay gente que es educada. Me miran y me preguntan educadamente: ‘Eres joven, ¿por qué vas así?’. Sobre todo son mujeres mayores las que preguntan. Tienen a partir de 40 años”, precisa.

Los jóvenes ni la miran, asegura. “Si es un país de democracia y libertad, podemos ir así. En lugar de ofenderme…”

De momento, sólo tiene un hijo, pero si tiene hijas en un futuro, les dirá que se pongan el hiyab, pero el niqab, no: “No es obligatorio. Pero me gustaría que se lo pusieran.”
La experiencia más traumática la pasó en el hospital cuando fue a dar a luz a su hijo. Durante el embarazo la llevaba una ginecóloga, y en el parto coincidió que había una tocóloga de guardia, pero, según Jadiya, no respetaron su intimidad. Sólo habría dejado que la atendiera un ginecólogo si no hubiera habido más remedio.

“El islam nos ha dado todos nuestros derechos –asevera–. El hombre tiene la obligación de mantener a la mujer. Estamos dispuestas a enseñar la cara para que nos identifiquen. Pero quiero identificarme ante un hombre, no ante todos los hombres. He encontrado la felicidad así.”


Otra lectura: La dictadura del velo

Increíble historia tras pago por captura de Montesinos

Interesante historia sobre la captura del más grande corrupto en la historia del país. Tantos millones de dólares y se encontraba solo. Delatado por quien lo escondía, al final termina en una celda peruana. Aquí el reportaje aparecido en el Nuevo Herald

greyes@elnuevoherald.com

Es raro que un alto tribunal de Estados Unidos acuda a las analogías cinematográficas para resumir los casos que dirime.

Un panel de jueces del 11no. Circuito de Apelaciones de la Florida cayó en la tentación la semana pasada al describir las aventuras y desventuras que rodearon la captura del tristemente célebre ex jefe de inteligencia del gobierno del Perú, Vladimiro Montesinos.

"Los hechos de este caso se leen como las más reciente película de suspenso'', afirmaron los jueces.

La frase es parte de la introducción de un fallo que exime al gobierno de Perú de pagar unos $10 millones a un informante que supuestamente facilitó el arresto de Montesinos en el 2001.

La historia, en efecto, tiene visos de un guión de intrigas políticas, espionaje, videos y decepción con un final feliz para el gobierno de Perú y un traspiés para el experto venezolano en contrainteligencia José Guevara y sus abogados.

Los jueces de apelación anularon el fallo de esa misma corte que había condenado al gobierno peruano a pagar a Guevara una recompensa de $5 millones más los intereses que podrían sumar otros $5 millones.

En su segundo pronunciamiento, la corte asegura que el sistema judicial estadounindese no tiene jurisdicción sobre el caso, debido a que ninguna de las actividades que generaron el presunto compromiso de Perú de pagar al informante tuvieron consecuencias inmediatas en Estados Unidos.

Y las "consecuencias inmediatas'' son requisitos esenciales para admitir la jurisdicción del caso, según el fallo.

Michael Díaz, del equipo de defensa de Guevara, criticó el fallo argumentando que es inconsistente con el anterior y que se extralimitó en el análisis de los documentos de apelación.

Para Díaz, la credibilidad de las autoridades de Estados Unidos y el extranjero que dependen de la información pagada de personas que toman riesgos para colaborar, como lo hizo Guevara, "ha recibido un poderoso golpe''.

Los abogados de Guevara habían ganado un batalla significativa en el proceso.

Lograron que la corte no aplicara el tradicional principio de inmunidad soberana de los países. En su lugar, la corte sostuvo que el ofrecimiento de recompensas de un gobierno es un acto comercial, no soberano, que puede ser objeto de litigios judiciales.

La película

La primera escena de este filme de no ficción que ha impresionado a la corte de apelaciones se desarrolla en el vestíbulo del Hotel Intercontinental del centro de Miami el 22 de junio del 2001, según el recuento de la propia corte.

Agentes del Buró Federal de Investigaciones (FBI) observan a distancia a Guevara, ex miembro de la Dirección General de los Servicios Inteligencia y Prevención (DISIP) cuando ingresa al hotel.

Guevara, quien se graduo de ingeniero eléctrico en Northeastern University, ha llegado a Miami el día anterior con una misión que le encomendó un Montesinos desesperado por dinero en Venezuela: exigir a un empleado del Pacific Industrial Bank de Miami que cumpla con las instrucciones que su enviado lleva en un sobre.

El empleado bancario Luis Alfredo Percovich, quien manejaba las cuentas de Montesinos en el banco miamense (con depósitos de unos $38 millones), debía entregarle a Guevara $700,000 en efectivo y transferir $3 millones a otra cuenta del ex asesor peruano.

Montesinos era el hombre más buscado en el continente americano. Su cabeza tenía precio. El presidente interino del Perú había expedido un decreto que ofrecía $5 millones a quienes entregaran información que permitiera su captura. Realmente era una oferta al debe pues el gobierno no tenía ese dinero disponible y debió prestárselo un banco.

Montesinos había hecho un accidentado periplo de fuga por tierra, mar y aire después de escapar de su país en medio de un escándalo que lo comprometía en tráfico de armas para las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), sobornos, extorsiones y asesinatos.

Finalmente se escondió en Venezuela gracias a la ayuda de Guevara.

A mediados de diciembre, Otoniel Guevara, un primo segundo suyo, le pidió ayuda. Le dijo que por favor recibiera en su casa a un tal Manuel Rodríguez, un hombre que parecía una momia ambulante con su rostro cubierto de vendas.

El empresario Julio Ayala se presentó con el convaleciente personaje en la casa de Guevara en la urbanización Alamera. Guevara aceptó al extraño huésped y pronto se enteró de que se trataba de Montesinos, quien se había sometido a una cirugía para cambiarse el rostro y evitar que lo reconocieran.

Por un acuerdo en dólares cuyo monto nunca se precisó en el proceso legal en Miami, Guevara se convirtió durante siete meses en un enlace vital de Montesinos con el mundo exterior. La prioridad del ex asesor de inteligencia del presidente Alberto Fujimori era conseguir dinero y para ello su hombre clave era Guevara.

Montesinos le envió correos electrónicos a Percovich para que le transfiriera dinero, pero el banco de Miami se negó. Desesperado, escribió un correo electrónico al empleado del banco amenazándolo si insistía en negarse a hacer el giro cablegráfico.

Ante la negativa, decidió enviar de urgencia a Guevara a Estados Unidos.

Enterado de que Guevara venía en camino a Miami, Percovich avisó al FBI. La agencia montó la operación y arrestó a Guevara frente al restaurante Los Ranchos, de Bayside, después de haber hablado con el oficial del banco.

Escena en la oficina del FBI

Los agentes le informan a Guevara de la recompensa de $5 millones a quien entregue información sobre el paradero de Montesinos. El agente del FBI, Waldo Longa, hace más tentadora la oferta: si entrega al FBI la dirección de Montesinos en Caracas no sólo recibirá la recompensa sino que el gobierno de Estados Unidos le retirará los cargos criminales por las amenazas a Percovich.

El plan es coordinado desde Chile por Kevin Currier, agente especial del FBI, quien también supervisa las actividades de la agencia en Perú. Currier había recibido instrucciones del embajador de Estados Unidos en Lima de colaborar en la ubicación de Montesinos, a quien hasta meses antes del estallar el escándalo Washington consideraba como uno de sus más fieles aliados en la guerra contra las drogas.

Guevara aceptó. Delante de los asombrados agentes del FBI, hizo una llamada a Caracas, y le reportó personalmente a Montesinos los detalles de su reunión con el reticente empleado bancario.

El FBI se puso en contacto con las autoridades venezolanas que a su vez se pusieron de acuerdo con las peruanas y entregaron a Montesinos en la embajada del Perú en Caracas el 23 de junio, según el recuento de la corte.

Mientras esperaba en Miami el desarrollo de las operaciones, Guevara recibió otra llamada del agente Longa, quien le dijo que ha hablado con el ministro del Interior de Perú, Ketin Vidal Herrera. El ministro le aseguró al agente que podría ser beneficiado con la recompensa de los $5 millones.

El 25 de junio, cuando la entrega de Montesinos ya se ha cumplido, Guevara es liberado y los cargos criminales retirados.

Cuando semanas después hace el cobro de la recompensa, el gobierno peruano ya no parece tan entusiasmado en desembolsar el dinero. Argumenta que la cooperación del informante venezolano no fue fundamental para el arresto de Montesinos.

Luego, en la corte de Miami, Perú también alegó que los gobiernos están blindados contra demandas de este tipo por el principio de la inmunidad soberana.

El argumento no prosperó y la Corte de Apelaciones le dio la razón a Guevara, pero el gobierno peruano insistió con el tema de la jurisdicción y la semana pasada la corte revirtió su primera opinión y le puso fin a esta parte de la película.

05 junio 2010

"Guía de restaurantes" para cucarachas

Llega la noticia vía la BBC de Londres: "Guía de restaurantes" para cucarachas
parece que al igual que los humanos que se pasan la voz sobre los mejores restaurantes, las cucarachas se transmiten dicha información por otros medios que están en estudio.
Sería interesante saber si las cucarachas seleccionan los mejores restaurantes por ser los más sucios o por que tienen la comida más sabrosa... por un sentido de supervivencia, las cucarachas aparecen en los lugares sucios, donde la comida es arrojado por doquier (cinónimo de abandono) porque si van a un 5 tenedores, ahí tienen sus procesos para exterminarlos. Sin embargo, puede ser que busquen la comida grasosa... no está malo conocer los hábitos de estos bichos que son los únicos que sobrevivirán a una hecatombe mundial.