Por GERARDO REYES
greyes@elnuevoherald.com
Es raro que un alto tribunal de Estados Unidos acuda a las analogías cinematográficas para resumir los casos que dirime.
Un panel de jueces del 11no. Circuito de Apelaciones de la Florida cayó en la tentación la semana pasada al describir las aventuras y desventuras que rodearon la captura del tristemente célebre ex jefe de inteligencia del gobierno del Perú, Vladimiro Montesinos.
"Los hechos de este caso se leen como las más reciente película de suspenso'', afirmaron los jueces.
La frase es parte de la introducción de un fallo que exime al gobierno de Perú de pagar unos $10 millones a un informante que supuestamente facilitó el arresto de Montesinos en el 2001.
La historia, en efecto, tiene visos de un guión de intrigas políticas, espionaje, videos y decepción con un final feliz para el gobierno de Perú y un traspiés para el experto venezolano en contrainteligencia José Guevara y sus abogados.
Los jueces de apelación anularon el fallo de esa misma corte que había condenado al gobierno peruano a pagar a Guevara una recompensa de $5 millones más los intereses que podrían sumar otros $5 millones.
En su segundo pronunciamiento, la corte asegura que el sistema judicial estadounindese no tiene jurisdicción sobre el caso, debido a que ninguna de las actividades que generaron el presunto compromiso de Perú de pagar al informante tuvieron consecuencias inmediatas en Estados Unidos.
Y las "consecuencias inmediatas'' son requisitos esenciales para admitir la jurisdicción del caso, según el fallo.
Michael Díaz, del equipo de defensa de Guevara, criticó el fallo argumentando que es inconsistente con el anterior y que se extralimitó en el análisis de los documentos de apelación.
Para Díaz, la credibilidad de las autoridades de Estados Unidos y el extranjero que dependen de la información pagada de personas que toman riesgos para colaborar, como lo hizo Guevara, "ha recibido un poderoso golpe''.
Los abogados de Guevara habían ganado un batalla significativa en el proceso.
Lograron que la corte no aplicara el tradicional principio de inmunidad soberana de los países. En su lugar, la corte sostuvo que el ofrecimiento de recompensas de un gobierno es un acto comercial, no soberano, que puede ser objeto de litigios judiciales.
La película
La primera escena de este filme de no ficción que ha impresionado a la corte de apelaciones se desarrolla en el vestíbulo del Hotel Intercontinental del centro de Miami el 22 de junio del 2001, según el recuento de la propia corte.
Agentes del Buró Federal de Investigaciones (FBI) observan a distancia a Guevara, ex miembro de la Dirección General de los Servicios Inteligencia y Prevención (DISIP) cuando ingresa al hotel.
Guevara, quien se graduo de ingeniero eléctrico en Northeastern University, ha llegado a Miami el día anterior con una misión que le encomendó un Montesinos desesperado por dinero en Venezuela: exigir a un empleado del Pacific Industrial Bank de Miami que cumpla con las instrucciones que su enviado lleva en un sobre.
El empleado bancario Luis Alfredo Percovich, quien manejaba las cuentas de Montesinos en el banco miamense (con depósitos de unos $38 millones), debía entregarle a Guevara $700,000 en efectivo y transferir $3 millones a otra cuenta del ex asesor peruano.
Montesinos era el hombre más buscado en el continente americano. Su cabeza tenía precio. El presidente interino del Perú había expedido un decreto que ofrecía $5 millones a quienes entregaran información que permitiera su captura. Realmente era una oferta al debe pues el gobierno no tenía ese dinero disponible y debió prestárselo un banco.
Montesinos había hecho un accidentado periplo de fuga por tierra, mar y aire después de escapar de su país en medio de un escándalo que lo comprometía en tráfico de armas para las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), sobornos, extorsiones y asesinatos.
Finalmente se escondió en Venezuela gracias a la ayuda de Guevara.
A mediados de diciembre, Otoniel Guevara, un primo segundo suyo, le pidió ayuda. Le dijo que por favor recibiera en su casa a un tal Manuel Rodríguez, un hombre que parecía una momia ambulante con su rostro cubierto de vendas.
El empresario Julio Ayala se presentó con el convaleciente personaje en la casa de Guevara en la urbanización Alamera. Guevara aceptó al extraño huésped y pronto se enteró de que se trataba de Montesinos, quien se había sometido a una cirugía para cambiarse el rostro y evitar que lo reconocieran.
Por un acuerdo en dólares cuyo monto nunca se precisó en el proceso legal en Miami, Guevara se convirtió durante siete meses en un enlace vital de Montesinos con el mundo exterior. La prioridad del ex asesor de inteligencia del presidente Alberto Fujimori era conseguir dinero y para ello su hombre clave era Guevara.
Montesinos le envió correos electrónicos a Percovich para que le transfiriera dinero, pero el banco de Miami se negó. Desesperado, escribió un correo electrónico al empleado del banco amenazándolo si insistía en negarse a hacer el giro cablegráfico.
Ante la negativa, decidió enviar de urgencia a Guevara a Estados Unidos.
Enterado de que Guevara venía en camino a Miami, Percovich avisó al FBI. La agencia montó la operación y arrestó a Guevara frente al restaurante Los Ranchos, de Bayside, después de haber hablado con el oficial del banco.
Escena en la oficina del FBI
Los agentes le informan a Guevara de la recompensa de $5 millones a quien entregue información sobre el paradero de Montesinos. El agente del FBI, Waldo Longa, hace más tentadora la oferta: si entrega al FBI la dirección de Montesinos en Caracas no sólo recibirá la recompensa sino que el gobierno de Estados Unidos le retirará los cargos criminales por las amenazas a Percovich.
El plan es coordinado desde Chile por Kevin Currier, agente especial del FBI, quien también supervisa las actividades de la agencia en Perú. Currier había recibido instrucciones del embajador de Estados Unidos en Lima de colaborar en la ubicación de Montesinos, a quien hasta meses antes del estallar el escándalo Washington consideraba como uno de sus más fieles aliados en la guerra contra las drogas.
Guevara aceptó. Delante de los asombrados agentes del FBI, hizo una llamada a Caracas, y le reportó personalmente a Montesinos los detalles de su reunión con el reticente empleado bancario.
El FBI se puso en contacto con las autoridades venezolanas que a su vez se pusieron de acuerdo con las peruanas y entregaron a Montesinos en la embajada del Perú en Caracas el 23 de junio, según el recuento de la corte.
Mientras esperaba en Miami el desarrollo de las operaciones, Guevara recibió otra llamada del agente Longa, quien le dijo que ha hablado con el ministro del Interior de Perú, Ketin Vidal Herrera. El ministro le aseguró al agente que podría ser beneficiado con la recompensa de los $5 millones.
El 25 de junio, cuando la entrega de Montesinos ya se ha cumplido, Guevara es liberado y los cargos criminales retirados.
Cuando semanas después hace el cobro de la recompensa, el gobierno peruano ya no parece tan entusiasmado en desembolsar el dinero. Argumenta que la cooperación del informante venezolano no fue fundamental para el arresto de Montesinos.
Luego, en la corte de Miami, Perú también alegó que los gobiernos están blindados contra demandas de este tipo por el principio de la inmunidad soberana.
El argumento no prosperó y la Corte de Apelaciones le dio la razón a Guevara, pero el gobierno peruano insistió con el tema de la jurisdicción y la semana pasada la corte revirtió su primera opinión y le puso fin a esta parte de la película.
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