de César Vallejo
No
vive ya nadie en la casa me dices; todos se han ido. La sala, el dormitorio, el
patio, yacen despoblados. Nadie ya queda, pues que todos han partido.
Y yo te digo: Cuando alguien se va, alguien queda. El punto por donde pasó un hombre, ya no está solo. Únicamente está solo, de soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado. Las casas nuevas están más muertas que las viejas, por que sus muros son de piedra o de acero, pero no de hombres. Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla. Una casa vive únicamente de hombres, como una tumba. De aquí esa irresistible semejanza que hay entre una casa y una tumba. Sólo que la casa se nutre de la vida del hombre, mientras que la tumba se nutre de la muerte del hombre. Por eso la primera está de pie, mientras que la segunda está tendida.
Todos han partido de la casa, en realidad, pero todos se han quedado en verdad. Y no es el recuerdo de ellos lo que queda, sino ellos mismos. Y no es tampoco que ellos queden en la casa, sino que continúan por la casa. Las funciones y los actos se van de la casa en tren o en avión o a caballo, a pie o arrastrándose. Lo que continúa en la casa es el órgano, el agente en gerundio yen circulo. Los pasos se han ido, los besos, los perdones, los crímenes. Lo que continúa en la casa es el pie, los labios, los ojos, el corazón. Las negaciones y las afirmaciones, el bien y el mal, se han dispersado. Lo que continúa en la casa, es el sujeto del acto.
Una dirección, un lugar, un árbol, un
animal o un ser humano existen porque han sido referenciados por otro ser humano.
Los No Contactados reciben ese nombre porque no se encuentran registrados en
ninguna parte, pertenecen a tribus sin nombre alejados de la civilización.
Imaginemos al primer ser humano, Adán o Eva, sin ninguna civilización, sin el
concepto de ciudad, país o Estado, no existirían si luego no hubiesen existido
otros seres humanos que los hubiesen referenciado.
En “Cien Años de Soledad” se describe una rara enfermedad en
Macondo
“…Fue Aureliano quien concibió la fórmula que había de defenderlos durante varios meses de las evasiones de la memoria. La descubrió por casualidad. Insomne experto, por haber sido uno de los primeros, había aprendido a la perfección el arte de la platería. Un día estaba buscando el pequeño yunque que utilizaba para laminar los metales, y no recordó su nombre. Su padre se lo dijo: "tas". Aureliano escribió el nombre en un papel que pegó con goma en la base del yunquecito: tas. Así estuvo seguro de no olvidarlo en el futuro. No se le ocurrió que fuera aquella la primera manifestación del olvido, porque el objeto tenía un nombre difícil de recordar. Pero pocos días después descubrió que tenía dificultades para recordar casi todas las cosas del laboratorio. Entonces las marcó con el nombre respectivo, de modo que bastaba con leer la inscripción para identificarlas. Cuando su padre le comunicó su alarma por haber olvidado hasta los hechos más impresionantes de su niñez, Aureliano le explicó su método y José Arcadio Buendía lo puso en práctica en toda la casa y más tarde lo impuso a todo el pueblo. Con un hisopo entintado marcó cada cosa con su nombre: mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama cacerola."
Si todos perdiésemos la memoria, no existiría la historia…
quizás ya sucedió en el pasado.
Una avenida existe porque una o
más personas caminaron por ella, la referenciaron y, sobre todo, la recuerdan. Cada uno de nosotros puede haber transitado por
el mismo lugar, y compartido muchas cosas, pero nuestro recuerdo será diferente… dependerá de nuestras
emociones, temperatura, pensamientos, circunstancias, etc.
En este punto, cobra valor la información…
si no hay información sobre algo, no existe. Si nadie menciona un árbol en tal
o cual desierto, no existe. Sin embargo, también sucede lo inverso. Si algo ya
no existe por que dejó de existir materialmente, todavía vive en el recuerdo de
sus seres queridos o en la de la humanidad.
Cuando la esperanza de vida era
30 años, el ser humano sentía una gran necesidad de transcender en la historia
con la final de vivir por siempre. Me pregunto si esta necesidad irá
disminuyendo a medida que la tecnología
aumenta la esperanza de vida. Mientras eso no suceda, mantener
la memoria de nuestros seres queridos en nuestro corazón es una forma de
mantenerlos vivos por siempre.
Cada instante compartido es un hecho único e irrepetible, genera recuerdos, información y, eso genera vida.
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