CÉSAR VALLEJO
El genio aún incomprendido
Por Pablo Neruda
Magro, cetrino, sombrío, hierático, como un árbol deshojado: César Vallejo. Fue un genio. Bregó con la palabra hasta vencerla. Se peleó con el diccionario y salió victorioso. Vanidoso como todos los poetas, humano hasta los huesos húmeros. Nació en Santiago de Chuco en 1892. Vivió incomprendido en Trujillo hasta 1918. Ese año empezó sus estudios en San Marcos y publicó su memorable Los heraldos negros. Dos años más tarde fue injustamente encarcelado, pero le sirvió para escribir en prosa la desgarradora Escalas melografiadas. | César Vallejo, Paris 1926 |
En 1922, con Trilce, Vallejo aún sin europas funda la vanguardia. Dice de este espléndido poemario, el periodista Víctor Hurtado Oviedo: "Trilce es como si dijésemos un atentado contra el idioma con el que compramos pan y hablamos del clima mientras esperamos el ómnibus": Acota un ejemplito:
"Grupo dicotiledón. Obertura
desde él preteles, propensiones de trinidad,
finales que comienzan, ohs de ayes
creyérase avaloriados de heterogeneidad.
¡Grupo de los dos cotiledones!".
Huye a Europa en 1923 y en 1927 conoció a Pablo Neruda bajo el cielo frío de París. Fueron amigos, camaradas, hermanos verdaderos. Viles soldados pequeños de dientes poderosos hicieron lo imposible para separarlos. Pero no han podido.
Acerca de la obra de los dos, Mario Benedetti dice: "En el caso de Neruda, lo más importante es el poema en sí; en el caso de Vallejo, suele caer lo que está antes (o detrás) del poema. En Vallejo hay un fondo de honestidad, de inocencia, de tristeza, de rebelión, de desgarramiento, de algo que podríamos llamar soledad fraternal... "
Vallejo hizo de la palabra maravillas incomprensibles. "Él es la etimología de la palabra de mañana y de la idea que aún no existe."
He aquí la pluma del Nobel de Literatura 1971, como para ratificar la mira que los une.
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Pablo Neruda |
Oda a César Vallejo* | |
A la piedra en tu rostro, Vallejo, a las arrugas de las áridas sierras yo recuerdo en mi canto, tu frente gigantesca sobre tu cuerpo frágil, el crepúsculo negro en tus ojos recién desenterrados, días aquellos, bruscos, desiguales, cada hora tenía ácidos diferentes o ternuras remotas, las llaves de la vida temblaban en la luz polvorienta de la calle, tú volvías de un viaje lento, bajo la tierra, y en la altura de las cicatrizadas cordilleras yo golpeaba tus puertas, que se abrieran los muros, que se desarrollaran los caminos recién llegado de Valparaíso me embarcaba en Marsella, la tierra se cortaba como un limón fragante en frescos hemisferios amarillos, tú te quedabas allí, sujeto a nada, con tu vida y tu muerte, con tu arena cayendo, midiéndote y vaciándote, en el aire, en el humo, en las calles rotas del invierno. Era en París, vivías en los descalabrados hoteles de los pobres. España se desangraba. Acudíamos. y luego te quedaste otra vez en el humo | y así cuando ya no fuiste, de pronto, no fue la tierra de las cicatrices, la piedra andina la que tuvo tus huesos, sino el humo, la escarcha de París en invierno. Dos veces desterrado, hermano mío de la tierra y el aire, la vida y la muerte desterrado del Perú, de tus ríos, ausente de tu arcilla. no me faltaste en la villa, sino en muerte. te busco gota a gota, polvo a polvo, en tu tierra, amarillo en tu rostro, escarpado es tu rostro, estás lleno do viejas pedrerías, de vasijas quebradas, subo las antiguas escalinatas, tal vez estés perdido, enredado entre los hilos de oro, cubierto de turquesas, silencioso, o tal vez en tu pueblo, en tu raza, grano de maíz extendido, semilla de bandera. Tal vez, tal vez ahora transmigres y regreses, vienes al fin de viaje, de madera que un día te verás en el centro de tu patria, insurrecto, viviente, cristal de tu cristal, fuego en tu fuego, rayo do piedra púrpura. |
Elogio Funebre*
Esta primavera de París está creciendo sobre uno más, uno inolvidable entre los muertos, bienadmirado, nuestro bienquerido César Vallejo. Por estos tiempos de París, él vivía con la ventana abierta, y su pensativa cabeza de piedra peruana recogía el rumor de Francia, del mundo, de España... Viejo combatiente de la esperanza, viejo querido. ¿Es posible? Y que haremos en este mundo para ser dignos de tu silenciosa obra duradera, de tu interno crecimiento esencial. Ya en tus últimos tiempos, hermano, tu cuerpo, tu alma te pedían tierra americana, pero la hoguera de España te retenía en Francia, adonde nadie fue más extranjero. Porque eras el espectro americano -indoamericano, como nosotros preferías decir-, un espectro de nuestra martirizada América, un espectro maduro en la libertad y en su pasión. Tenías algo de mina, de socavón lunar, algo terrenalmente profundo. |
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"Rindió tributo a sus muchas hambres" -me escribe Juan Larrea. Muchas hambres, parece mentira... Las muchas hambres, las muchas soledades, las muchas lenguas de viaje, pensando en los hombres, en la justicia sobre esta tierra, en la cobardía de media humanidad. Lo de España ha sido el taladro de cada día para tu inmensa virtud. Eras grande, Vallejo. Eras interior y grande, como un gran palacio de piedra subterránea con mucho silencio mineral, con mucha esencia de tiempo y especie. Y allá en el fondo el fuego implacable del espíritu, brasa y ceniza... salud, gran poeta, salud, humano.
* Pablo NerudaFuente: http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibVirtual/publicaciones/editor/v02_n3/C%C3%A9sar-Vallejo.htm
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