01 mayo 2008

La vigencia de un poeta universal

Por GINO GIORFFINO

La profesora dijo, "abran su libro en la sección de Lenguaje" -un libro para la educación primaria que incluía textos de todas las materias: Lenguaje, Historia del Perú, Aritmética, entre otros. Señaló un determinado número de página y ante nuestros ojos, los alumnos de ese pequeño colegio primario, se encontraba un poema. Se titulaba "A mi hermano Miguel - In Memoriam". No sé a qué compañero se le encargó leerlo en voz alta. Yo, en vez de limitarme solamente a escucharlo como hacían los demás, lo leí silenciosamente, siguiendo la lectura en voz alta. Cuando hubo terminado la lectura yo, no respondo por los demás presentes, quedé, por primera vez en mi vida, profundamente conmovido con un poema.

Como muchos niños en el Perú y en el mundo, yo conocía de poemas, pero de poemas trillados sobre la madre y la primavera, por ejemplo; pero jamás imaginé que unas líneas podían tener un impacto tan profundo. No sé si lo que produjo en mí ese poema se debió a que tenía un hermano menor, cómplice de juegos y travesuras, al igual que el poeta, o era estrictamente el poder del sentimiento puesto en unos escasos versos o si ambas cosas a la vez.

El autor de esos versos era César Vallejo. Nació en 1892 en un pueblito en los andes peruanos, llamado Santiago de Chuco, y murió en París en 1938. Una vida corta la suya, pero que dejó un legado poético de magnitud universal. Su existencia no fue fácil: nieto de curas españoles e indias, vivió una vida de penurias económicas. Su primera obra, "Los heraldos negros" (1918), no tuvo el reconocimiento de la crítica limeña. Fue víctima de un hecho que algunos estudiosos consideran un punto de inflexión en su vida y en su obra. Resulta que, con motivo de una asonada política en su pueblo natal, el 1° de agosto de 1920 se vio involucrado en el incendio de la casa del propiciador del asesinato de un joven anarquista amigo suyo. Como quiera que los movimientos reivindicativos eran inconvenientes para el sistema político del momento, el establihsment local quiso escarmentar en Vallejo, en ese entonces un anónimo estudiante, para ejemplo de los llamados disociadores que pretendieran poner en entredicho el orden establecido. El poeta luego expresaría en cartas y en un poema que su experiencia carcelaria fue el momento "más grave de su vida". Liberado provisionalmente por falta de méritos, el proceso judicial en su contra siguió su curso. Es así que puede viajar a Lima y luego parte a Europa. Durante su permanencia en el viejo continente, es acosado con exhortos judiciales que las legaciones peruanas en París y Madrid entregan puntualmente al poeta para que éste se ponga a Derecho, es decir, retorne al Perú para afrontar el juicio. Cabe señalar que 9 décadas después, el Poder Judicial peruano da por concluido el proceso y desagravia públicamente al vate.

Antes de partir a Europa, sin embargo, publica, su segundo libro, "Trilce" (1922), el que marca un rompimiento con las fórmulas retóricas derivadas de esa corriente. Si bien su primer poemario, donde hay vibrantes poemas hoy reconocidos por la crítica como de altísimo valor, tuvo una fuerte impronta post modernista, su segunda obra, desde el título mismo, palabra creada por Vallejo, el poeta se embarca en lo que podría considerarse como una obra experimental, innovadora, preñada de neologismos y ritmos inéditos en la poesía latinoamericana. Es verdad que es un poemario no de fácil entendimiento, pero a los poemas de este libro, que rompe moldes, hay que dedicarle mucho tiempo y mucha pasión poética a fin de comprenderlo y hacer así justicia a su osadía y honestidad poéticas.

Luego de estas dos publicaciones que muy pocos en el Perú aquilatan y reconocen en su magnitud, con el apoyo del intelectual Antenor Orrego, un amigo que creyó en él y en su enorme potencial poético, viaja a Francia y se establece en París. En la capital francesa se somete a una dura existencia llena de penurias en donde el hambre asoma cotidianamente. Sin embargo, sobrelleva esta prueba con dignidad y entereza. Su sensibilidad humana, su solidaridad, lo llevan a adscribirse al comunismo. Cree, como muchos, que ese sistema acabará con las penurias de la humanidad e instaurará, finalmente, la justicia y la igualdad entre los seres humanos. Incluso, viaja a la URSS en 1928 y en 1931 publica "Reflexiones al pie del Kremlin". No vivió para constatar que el devenir histórico no le dio la razón, sino que sus esperanzas de un mundo mejor bajo el comunismo, acabaron naufragando en un sistema totalitario que hoy sólo languidece a duras penas en puntos aislados del planeta.

Se entusiasma con la caída de la monarquía en España y la consiguiente instauración de la República. Al estallar la guerra civil en la península, adhiere a la causa de ésta viajando hasta en dos ocasiones a suelo español, e interviene en el II Congreso Antifascista de 1937. Es en la España de la guerra civil donde se gesta su obra fundamental, "Poemas humanos". Él, un escritor que creía fehacientemente en el "compromiso" del artista, del intelectual, se conmueve hondamente al constatar que el ideal de una república socialista se derrumba y se abre espacio para la barbarie y las atrocidades que paga con sangre el pueblo español. De esta experiencia surge un grupo de poemas que titula "España aparta de mí este cáliz", que su esposa francesa Georgette publicó luego de la muerte del poeta, incluyéndolos como parte de "Poemas humanos".

Se considera que la maduración poética de Vallejo se logra en esta etapa, se puede decir final, de su vida. Ningún poeta antes había expresado el dolor, el sufrimiento del ser humano contemplado desde la misma humanidad, como él lo hizo. Sus poemas desbordan sensibilidad y espontaneidad verbal. Desde la marginalidad en que se vio sumido, expresó como nadie antes ni después, sobre la condición del ser humano, de la pobreza, la solidaridad, de la miseria y del hambre. Leer a Vallejo no es fácil, pero aquel que se adentra en sus poemas lo sentirá vibrar en sus poemas y el lector descubrirá su propia dimensión como ser humano y que su deber, que emana de esa condición, es el de la solidaridad con cada uno de sus semejantes y con todos ellos en su conjunto. Este próximo 15 de abril se cumple un aniversario más de su muerte, el mejor homenaje que se le rinde está dado por las miles de personas en el mundo que se inclinan ante su obra y saber que otros tantos proseguirán el incesante peregrinaje que se verifica ante su modesta tumba en el cementerio parisino de Montparnasse.

A MI HERMANO MIGUEL

Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa.
Donde nos haces una falta sin fondo¡
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba: "Pero, hijos..."
Ahora yo me escondo,
como antes, todas estas oraciones
vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
Por la sala, el zaguán, los corredores.
Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego.
Miguel, tú te escondiste
una noche de agosto, al alborear;
pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.
Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
cae sombra en el alma.
Oye, hermano, no tardes
en salir. ¿Bueno? Puede inquietarse mamá.


(*) Cónsul General del Perú en La Plata.

Fuente: http://www.eldia.com.ar/edis/20080413/revistadomingo72.htm

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