15 abril 2007

Una canción, una sonrisa



Ese sábado del verano de 1985 nunca podrá borrarse de mi mente, se me configura como un rollo de película desmadejado a la de Dios... yo, sentado en un bus de ENATRU PERU, un volvo amarillo donde se viajaba cómodamente por aquella época.

Recuerdo muy bien ese día, porque el anterior fue la primera vez que aceptaba dar clases de matemáticas a un grupo de personas, algo que nunca quise hacer porque siempre pensé que sería un mal profesor, debido a que no tenía ninguna metodología para enseñar, además me faltaba estructura.... como sea, lo mío era disfrutar de la libertad para imaginar una forma diferente para solucionar un problema matemático y en sí de toda índole…. siempre libre de métodos, sin estructuras rígidas euclidianas o las cartesianas en su momento... disfrutaba esa sensación de enfrentarme a algo desconocido y resolverlo instintivamente... pero, claro, eso difícilmente podía transmitir a los demás.... había desarrollado mis propios métodos de solucionar los problemas y desde afuera, cualquiera diría que era caótico, y que sólo yo me entendía... bueno, tenían razón, por eso mi temor a enseñar.

Sin embargo, Diana era una chica con la sonrisa más noble que he visto en mi vida... excelente persona quien siempre me había tratado bien... En fin... me lo pidió con tanta dulzura, que no pude evitar decirle que sí... para llegar a su casa, tomamos una ruta que sólo llevaba a dicho lugar... así, difícilmente podía regresar a casa, porque a altas horas de la noche era complicado tomar algún bus cerca y menos llamar a un taxi, máxime si sólo contaba en mis bolsillos con cuatro soles para mis pasajes. Pero como fuese, ya estaba ahí, con esas personas mirándome como resolvía el trabajo monográfico matemático que les habían dejado... no estaba difícil y terminé a eso de la medianoche... todos se retiraron y me quedé con la familia de Diana... me acomodaron una habitación para pasar la noche, pero antes me invitaron un café.

Fue el café más largo de mi vida.... y no por el café en sí, sino por la tertulia... la pasamos contando historias sobre lo desconocido... cuando nos dimos cuenta ya era las cinco de la mañana... todos habían perdido el sueño.... fue algo extraño porque nunca antes había contado nada, menos a desconocidos... solía ser una persona muy huraña, insociable... individualista.

Descansé un rato y a eso de las 7 de la mañana, el padre de Diana se ofreció para sacarme del lugar en su coche... me dejó en Javier Prado, una avenida muy concurrida y conocida para la mayoría de limeños.... pero claro, recién me enteraba... eran épocas en que sólo conocía unas cuantas rutas a casa... era mi vergüenza personal y lo llevaba muy escondido... ¿Qué hacía?... pues solía esperar en cualquier esquina la llegada de los diferentes buses y mirar sus letreros de ruta... se me hacía muy complicado preguntarle a los demás qué bus debiese tomar para llegar a cierto lugar... uffff... siempre libraba esas luchas internas entre mi necesidad de saber algo y la de hacer todo a mi manera, encontrar esa solución intuitivamente. Fiel a mi forma de ser, tomaba el bus con la ruta que indicaba una calle conocida, esperando conectar con las poco que recordaba... por ese motivo, cuando divisé un letrero que decía Salaverry, esbocé una gran sonrisa.... esa calle era conocida porque me acercaba a un paradero de buses...

Vuelvo a las primeras líneas de este relato... y ahí estoy en el bus... bien despierto observando la ruta para no pasarme del lugar conocido donde debiese bajar y buscar la conexión que me llevase a casa. Iba somnoliento por la amanecida... no había alcanzado a tomar desayuno... pero dormir es lo menos que se me pasaba por la mente en esos instantes.


Primer suceso: LA CANCIÓN

En una de las paradas del bus, sube un niño de aspecto provinciano, recién llegado de los andes peruanos, por el rostro oscuro producto del frío de la puna… llevaba puesto unos yanques (sandalias andinas), un pantalón buzo que le quedaba un tanto grande y por lo cual siempre sujetaba con una de sus manos, un polo blanco sucio que le quedaba un tanto pequeño porque dejaba notar su ombligo... parecía que recién se había levantado... y con su única mano libre, trataba de limpiarse las legañas... era uno de esos niños que suben a los carros a ofrecer dulces o simplemente pedir dinero. Por la hora, y el día... ya era sábado... el bus iba con todos sus pasajeros debidamente sentados, por lo cual el niño no tuvo problema en desplazarse hasta el centro del mismo y empezar a cantar.... todos en el bus nos quedamos extasiados con el cante del infante... nadie decía nada, sólo levitabamos ante su gloriosa voz... casi no entendimos nada porque cantaba en quechua (idioma del la región andina), pero la voz era tan diáfana, y potente que nos transportaba a las nubes...

Al terminar su cante, pasó por cada asiento pidiendo dinero... nadie se lo negó... todos, en estado catatónico, sacaron sencillo de sus monederos y se lo dieron a aquel niño que surgió de la nada y nos brindó su arte... igual como vino, desapareció en las entrevesadas calles de Lima.


Segundo suceso: LA SONRISA

Seguía en el bus, ahora conmovido por el cante de ese niño andino... exaltado por su música…. veía todo diferente... las calles me parecían más coloridas, la luz se me hacía increíblemente cálida... las personas felices... las plantas y árboles más verdes que nunca... la tierra de un marrón claro... podía ver hasta la transparencia de un corazón... Ahora el bus tomó una ruta conocida para mí... ya estábamos en la Salaverry... una avenida grande y ordenada... me puse más tranquilo aún... ese cante del niño había puesto mi corazón en otra dimensión, al costado de mi cuerpo... todo sonreía y era brillantemente feliz a mi entorno.

De un momento a otro, el bus se detuvo... creo fue un juego de semáforos los que ocasionó la inesperada parada.... pero en ese momento, por la otra calle se detuvo el tráfico de los coches que venían en sentido contrario y transversal... giro la cabeza a mi lado izquierdo (no tengo visión por la izquierda, así que tengo que doblar un poquitín más el cuello) y me doy cara a cara con el rostro de Juan Pablo II... me quedé petrificado... ahora recordaba que el Papa estaba en su primera visita a Lima, que había concentrando reuniones multitudinarias, todos estaban pendiente de él... los medios de comunicación, las instituciones... el país entero se había paralizado por ver al Papa... claro, estamos hablando de Perú donde cerca del 90% de la población es católica.... sin embargo, debía ser uno de los pocos que le tenía sin cuidado la llegada del Papa, sobre todo un agnóstico confeso como yo que no comulgaba con ningún dogma... Pero ahora, lo tenía ahí, casi a mi costado.... y recordé que en la Salaverry quedaba la Nunciatura Apostólica, algo así como la embajada del Vaticano al Perú... entonces tenía sentido que estuviese cerca al lugar.... no era una aparición, ni cosa de mi imaginación... no se movían los semáforos... ese momento me pareció una eternidad... ambos parecíamos somnolientos... en eso, sucede: mirándome, esboza una sonrisa que nunca podré olvidar... era la sonrisa más noble que he visto en mi vida.... la de mi amiga Diana pasaba a segundo lugar... pero no sólo era sonrisa, sino la expresión dulce del rostro de esa persona ya mayor quien con traje todo de blanco llevaba la palabra de Dios a sus seguidores... como sea, estaba al otro lado de la ventana, recostando su plácida y descansada mirada sobre la mía... quedé estático, sin poder reaccionar, como hipnotizado ante la presencia de algo diferente... más grande sería mi sorpresa cuando se configuró alrededor suyo, una aureola blanca y azul al instante... algo que nunca antes había visto... Imagino, que se dio cuenta de lo que había causado en mí, que alzó una mano y se despidió... el papamóvil siguió de largo y yo me quedé ahí, con los pies atornillados a ese bus.

Bajé... tomé camino a casa.... entré a mi cuarto, y me eché a dormir, más tranquilo que nunca

JuanK


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