Interesante el análisis psicológico (ver más abajo) que realiza César Hildebrandt sobre Jaime Bayly luego de su salida de Frecuencia Latina. Independientemente de cualquier posición a favor o en contra, Bayly se ha convertido en un poderoso comunicador social. Su personaje se ha posicionado en todos los sectores socioeconómicos.
Digo personaje porque él se ha encargado de crear una línea casi indivisible entre su vida personal y el set de televisión. Uno nunca sabe si al ver su programa, estamos asistiendo a su vida personal o a la ficción. Tanto es así que Jaime trata de tomar sus decisiones personales frente a la pantalla chica. Dice no tener amigos ni confidentes, pero cuenta su vida en sus programas y columnas periodisticas, de tal forma que convierte a sus lectores en amigos. Amigos lejanos a quienes no puede tocar ni éstos hacerle daño. Quizás ésa sea su forma de ser feliz.
Bayly demostró su poder al demoler a Alex Khouri y Lourdes Flores Nano en las presentes elecciones presidenciales. Su permanencia en el canal no dependía del dueño del canal. El francotirador apuntó a si mismo para autoliquidarse al mejor estilo Martha Chávez.
El éxito de Bayly es decir lo que piensa en un país donde la mayoría de personas se calla, sonríe o mira en otra dirección. Es mostrarse tal cual, débil, cobarde, irreverente, pecador, vulgar en una sociedad que vive de la doble moral de la hipocrecía, del pecar y asistir puntualmente a la iglesia, de rasgarse la vestidura por lo corrupto en los demás cuando ellos mismos son corruptos o defender la sagrada familia cuando tienen una amante.
Jaime Bayly está consciente que la política en el Perú es una burla, una tomadura de pelo, una chanza ligera y cotidiana que deriva en broma pesada para la mayoría de los peruanos. Pocos se sienten representados en el Congreso o los municipios, son patéticas las entrevistas donde autoridades y políticos felicitan al pueblo peruano por su participación masiva a los comicios. Cómo no van a participar masivamente, si es obligatorio asistir, so pena de multa? Nadie quiere pagar una multa por algo que sienten muy ajeno a ellos, amén que las condiciones económicas no están para pagar multas sin sentido.
Por eso el anuncio de su probable candidatura presidencial pareció una tomadura de pelo, presentó un plan extremo liberal que asustó a muchos, pero en realidad trataba de poner en evidencia el espectáculo banal de las ofertas imposibles de cumplir, del uso de la música pegajosa para identificar a los candidatos, así convocó a Tongo para que le compusiese el "pero que jai jai jai... jaime pa' presidente..." que hiciera competencia al baile del chino o el "amor, amorq..ué está sucediendo" de Toledo. Bayly no sólo era el francotirador, sino se estaba convirtiendo en el dinamitador de un esquema político electoral que debe cambiar.
“Pienso hacer campaña para su presidencia. Hay gente que cree que está loco, pero los locos son mejores presidentes que los cuerdos. Seguro con él no habrá infamia, ni corrupción, seguro también que no será presidente, pero mientras tanto podemos agitar el gallinero un poco”
El ser humano es por si autodestructivo. Nos esforzamos por contaminar nuestro hábitat, no reparamos en los desequilibrios que provocamos a la naturaleza con nuestra obsesión por el progreso, pero quizás ésta sea una forma de lograr los cambios. La necesidad de supervivencia nos obligará a desarrollar en el campo tecnológico, genético, etc. Claro, es preferible hacerlo de buena forma, todos de acuerdo, trabajar en equipos multidisplinarios a nivel internacional... pero personas como Bayly no tienen fe en que esto pueda lograrse y aceleran el proceso internamente.
El largo Adiós
Por: César Hildebrandt
Por: César Hildebrandt
Les apagaron el internet, les dejaron sin línea en los teléfonos móviles y sin salida para los fijos, los sacaron de las islas de edición y, poco después, se apareció un gerente llamado Christian Bustos y les dijo que desalojaran la oficina. Ese fue el final de El francotirador. Ese es el estilo Ivcher. El de un canal donde Renato Canales, tan prominente en la época Crousillat, es el editor general de noticias.
No es que el estilo de Jaime Bayly sea precisamente elegante. Al fin y al cabo, el exitoso conductor hace rato que estaba pidiendo "ser disciplinado" . Todo su exquisito aparato dedicado a la autodestrucción se había puesto en marcha desde hace varias semanas. Sus desplantes, sus groseras provocaciones dirigidas a quien lo había contratado, tenían como propósito crear esa atmósfera de bombardeo preventivo sobre Ammán con la que todo ha terminado. Al anunciar que se iba este diciembre muchos pensamos en una autodespedida intempestiva, en un desaforado que exigía, sin decirlo, que lo sedaran.
Y cuidado: no era la censura la que estaba en juego. A Bayly se le ha permitido de todo: desde la reflexión inteligente hasta la procacidad abyecta; desde su campaña en contra de Lourdes Flores hasta el hediondo disparate de sus arrumacos con Tongo. Bayly, sin quererlo, hacía recordar el grito de Madame Roland en el patíbulo: "!Libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!"
El problema no ha tenido que ver con los límites de la libertad convertida por Bayly en una pura teoría del caos. El verdadero asunto es la salud emocional y mental de Jaime, un hombre que ama la entropía y que se está matando de todas las maneras que su enorme talento puede imaginar.
?De qué otro modo se puede interpretar las atrocidades que ha escrito sobre su tío difunto, su madre fanática y sus ductilidades sexuales? Esas no son confesiones de un maldito de la literatura: son llamadas de auxilio.
En ese aspecto, el drama personal de Jaime ha ido en aumento. En una de sus últimas columnas la calatería se convierte en carne viva cuando el escrito, desesperado detrás de su frialdad de notario de la propia ruina, anuncia que está botando de su casa a la madre de sus hijas porque ésta se opone al embarazo de la chica que él ahora dice amar, a pesar de que a ésta le ha pedido integrar un trio afectivo que completaría con la llegada de Martín, su amante argentino. Y el detonante de esta oscura determinación (la de echar a su ex esposa y a sus hijas del departamento que acababa de comprarles) ha sido que la madre de sus hijos, a quien idolatraba hasta hace un mes, se reunió a solas, y sin avisarle, con la madre del escritor. Como se sabe, Bayly le ha pedido a su mamá que le ceda parte de la herencia que dejó el tío Bobby, el mismo a quien Bayly llamó, poco antes de que se muriera, cabrón y marica
Bayly no tiene ahora sangre en las venas. Tiene nitroglicerina. Y ha hecho todo lo que ha estado a su alcance para ser el monstruo que nadie, hace veinte años, pudo prever. El más devastador de sus extravios ha sido terminar pareciéndose a quienes siempre odió. Ese ex niño ventrudo, con un flequillo antiguo y un hablar de tundete no es él.
De modo que si alguien no se sorprendió con su salida de Canal 2 fue, precisamente, Bayly. Terminada la campaña electoral, en la que él había demolido a Lourdes Flores sin saber demasiado por qué y alabado a Susana Villarán sin tener ninguna afinidad con su programa. Jaime debe haberse sentido vacío y sin agenda. Salir a diario, y encima, los domingos, sin más guión que el propio ingenio, debe ser extenuante. Y aburrido. Y eso es lo que demostraba muchas noches Bayly: la extremada fatiga de seguir siendo el personaje horrisorio y atrabiliario que le había llnado los bolsillos pero que, al mismo tiempo, le había robado el alma.
Bayly sabe que la televisión es, casi siempre, basura. El hizo lo posible, hasta hace algunos años, para adecentarla . Después fue devorado por esa demoledora de carne. Y aceptó sus reglas, sus desmanes, sus silencios, sus hipocrecias, lo amaban en Miami porque le decía lisuras a Chávez, epitafios a Castro, monsergas a Evo Morales. Lo amaban en Bogotá porque aplaudía a Uribe. Lo amaban en Lima porque no se salía del libreto del sistema, porque era el bufón más inteligente de este reino, y porque era un lujo ver a un hombre de su talento ser tan sucio como cualquier coquero de Eisha.
Lo amaban, pero él se amaba cada vez menos. Creyó poder quererse otra vez desafinando en el caso de las elecciones municipales. Pero cuando todo terminó, se miró al espejo y siguió viendo la sombra de si mismo. Ojalá que ahora abandone la formidable tarea en la que se empenó no ser. Ojalá que su chequera gorda le permita, sin la angustia de los mortales ordinarios, escribir. No para Planeta ni para Alfaguara, sino para si mismo. Porque de eso se trata Jaime querido, aquello que puede parecerse vagamente a la felicidad: no traicionarse y optar por la vida modesta antes que por el asco.
Fuente: Hildebrandt en sus trece
Otras lecturas relacionadas:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario