El poeta, narrador y ensayista peruano César Vallejo (1892-1938) queda, por su originalidad, fuera de las corrientes literarias de la época. Según Rafael Alberti, es el poeta más original de la vanguardia histórica y el más influyente de nuestro siglo en Latinoamérica. Su obra fue poco conocida mientras vivió, y hasta pocos años después de su muerte no se terminaron de publicar sus escritos. Con el paso del tiempo, su renovador lenguaje, su fuerza poética, ha ido ganando influencia en la poesía en castellano. A los 50 años de su muerte los estudios sobre su obra se siguen multiplicando y su fértil sombra sigue extendiéndose sobre la literatura contemporánea.
César Vallejo, según menciona Américo Ferrari, solía escoger una palabra, repetirla monótona, infatigablemente, hasta vaciarla, para su interlocutor, de su sentido normal y convencional, hasta destruir con esta repetición absurda toda su sustancia lógica, hasta hacer de la palabra exactamente lo que toda palabra es en su esencia: un problema.Su viuda, Georgette Philippart, comentó en relación a esto: "Yo le oí, pero en sentido contrario, repetir una palabra como si quisiera saturarse de ella, dilatándola, hasta hacer alcanzar a la palabra una dimensión monstruosa que revelaba un contenido fenomenal y hacía pensar en la desintegración del átomo". Estos dos juegos opuestos revelan el flujo y reflujo de una marea en la que se mece toda la obra de Vallejo. Sólo a partir de esa íntima relación con la palabra nace la poesía oscura y excepcional de libros como Los heraldos negros (1918) y Trilce (1922).
César Vallejo nunca celebró su cumpleaños. La fecha exacta de su nacimiento no se pudo establecer sino hasta varios años después de su muerte, por un puñado de apasionados investigadores de su obra. Así, se sabe que nació el 16 de marzo de 1892, en Santiago de Chuco, un pueblecito del departamento de La Libertad, al norte de Lima. Un lugar a 3.115 metros sobre el nivel del mar al que sólo se llegaba a lomos de burro. Él decía haber nacido "un día que Dios estuvo enfermo, grave", y todos los testimonios que dejó escritos, así como los de gente que lo conoció, contribuyen a alimentar la imagen de uno de los poetas más profunda y constantemente conmovidos por el sufrimiento humano.
El escritor peruano Ciro Alegría, autor de El mundo es ancho y ajeno, fue alumno suyo durante los años juveniles en que Vallejo se dedicó a la docencia. "Junto a la puerta estaba parado César Vallejo. Magro, cetrino, casi hierático, me pareció un árbol deshojado", recordaba Alegría. 'De todo su ser fluía una gran tristeza. Nunca he visto un hombre que pareciera más triste. Su dolor era a la vez una secreta y ostensible condición que terminó por contagiarme".
Viajó a Lima en 1918 y en 1923 llega a Europa para no volver jamás a su país. En 1924 conoce a Juan Gris, Vicente Huidobro y Juan Larrea en París. Colabora en diversas publicaciones en Latinoamérica y España. Consigue una beca en España, de 333 pesetas, que le lleva a Madrid en varias ocasiones para cobrarla, aunque sigue viviendo en París. Los 15 años en Europa fueron duros para él, pasó estrecheces y problemas económicos, a pesar de los viajes que realizó a la Unión Soviética.
La mejor etapa
En 1931 viene a España con Georgette y pasa una temporada que puede considerarse entre las mejores de su vida. Se relaciona en Madrid con García Lorca, Alberti, Antonio Machado, Pedro Salinas y Luis Cernuda. Rafael Alberti lo recuerda como un hombre introvertido. "Hablaba un castellano muy particular, muy indio", comenta Alberti. "Le conocí en 1931 en París y le veía con frecuencia en las tertulias de los cafés con otros escritores latinoamericanos. Yo lo considero el primer gran poeta comunista de lengua hispana. Sabía mucho marxismo y en Madrid fue el maestro de algunos jóvenes poetas. Tenía un gran amor el pueblo español y escribió esa obra cumbre, genial, que es España, aparta de mí este cáliz".De regreso a París en 1932, la situación empeora. La pareja se ve obligada a vivir en hoteles baratos y fondas, y Vallejo no abandonará esta permanente mudanza hasta su muerte. El estallido de la guerra civil española parece despertar en el poeta nuevamente la energía y la pasión por una causa. Participa en mítines, reuniones y la fundación de los Comités de Defensa de la República de España.
En julio de 1937 Vallejo asiste en Valencia al congreso de escritores antifascistas. Desilusionado por la vanidad de muchos de los participantes en el congreso, lo abanadona para visitar el frente de Madrid, y luego vuelve a París. Termina de escribir Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz. En marzo de 1938 se siente agotado y sufre una enfermedad que los médicos no saben diagnosticar.
La grandeza del poeta se ha ido apreciando en el transcurso de los años que siguieron a su muerte, y hoy aún se siente el peso de su lenguaje y su originalidad en muchos jóvenes poetas en lengua hispana. La oscuridad de la vida del hombre se ha querido teñir, en compensación, de mayores misterios de los que realmente existen. Se la ha llamado visionario y profeta a causa de unos bellos versos en los que dice: "Moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo". No supo cuándo nació ni supo de qué murió. Le sobrevino la muerte en una ciudad que le fue imposible abandonar; una ciudad en donde siempre llueve; un Viernes Santo, 15 de abril de 1938.
Fuente: Diario El País
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